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MEI LANFANG, GRAN MAESTRO DE LA ÓPERA TRADICIONAL

MEI Lanfang (1894-1961) fue una figura central en la historia de la ópera china, destacándose principalmente como un intérprete de papeles femeninos en la Ópera de Beijing (Jingju). Nacido en una familia teatral de Beijing, Mei mostró desde temprana edad un notable talento, debutando a los 11 años y convirtiéndose en una figura prominente de la escena teatral a los 19. Su habilidad y dedicación lo llevaron a debutar internacionalmente en Tokio en 1919, y su carrera global se consolidó con exitosas giras a Estados Unidos (1930) y la Unión Soviética (1935), convirtiéndolo en uno de los actores más influyentes del siglo XX.

Durante el siglo XX, China experimentó cambios culturales significativos impulsados por movimientos como el Cuatro de Mayo, que promovió una mayor interacción con Occidente. Estos cambios también afectaron a la escena teatral, y Mei Lanfang, a medida que se influenciaba por movimientos como el teatro Shingeki japonés, adoptó innovaciones modernas sin perder la esencia de la Ópera de Beijing. Integró elementos de la modernidad como escenarios realistas y un enfoque más emocional y psicológico en las interpretaciones, equilibrando la tradición con la innovación. Este enfoque le permitió expandir el repertorio tradicional con temas contemporáneos y técnicas occidentales, abriendo la puerta a una modernización del teatro chino que no la desprendía de la tradición, sino que la adaptaba al contexto global.


En su exploración por modernizar el teatro chino, Mei Lanfang se sumergió en el nuevo teatro con vestuario contemporáneo (Shizhuang xinxi), influenciado por las tendencias realistas. En colaboración con el dramaturgo Qi Rushan (1877-1962), adoptó decorados realistas y exploró temas sociales como la opresión y los derechos de las mujeres. Sin embargo, al percatarse de las contradicciones entre estas innovaciones y los principios fundamentales del teatro tradicional, abandonó este enfoque en busca de una forma de teatro más respetuosa con la estética clásica de la Ópera de Beijing. Las contradicciones que observó incluían el reemplazo de las danzas estilizadas por movimientos realistas, la incompatibilidad de la música tradicional con los diálogos hablados, y la limitación de la imaginación del público debido al uso de decorados realistas. Tras abandonar las producciones realistas, Mei volvió a centrarse en adaptaciones estilizadas de historias tradicionales bajo el Guzhuang xinxi (nuevo teatro -musical- en trajes tradicionales de estilo Manchu), que preservaban la esencia del teatro clásico chino.

Además de su contribución a la Ópera de Beijing (Jingju), Mei Lanfang desempeñó un papel crucial en la revitalización de Kunqu (documental), una forma de ópera que había declinado a lo largo del siglo XIX. Sus actuaciones preservaron y promovieron esta tradición, que se vio amenazada por las nuevas formas teatrales. Durante la ocupación japonesa de Hong Kong en 1941, Mei mostró resistencia cultural al negarse a colaborar con la propaganda japonesa, adoptando una imagen distinta y simbolizando su rechazo al régimen.

Con la toma del poder comunista en 1949, Mei Lanfang se involucró en las reformas teatrales del nuevo régimen, adaptando obras tradicionales a las demandas ideológicas de la Revolución Cultural. Por ejemplo, transformó la obra Guifei zui jiu (La Concubina Imperial se Emborracha), donde la protagonista se presentó como una figura reprimida por la ética feudal, un cambio que reflejaba las presiones políticas para alinear el teatro con los ideales revolucionarios. Aunque Mei inicialmente defendió la preservación de las formas tradicionales, bajo la influencia del régimen, aceptó la necesidad de innovaciones dentro del teatro, sin realizar alteraciones radicales.

Durante los años 50, Mei estudió las teorías de Konstantin Stanislavsky (1863-1938), encontrando similitudes entre su sistema y las técnicas del teatro tradicional chino, especialmente en lo que respecta al análisis psicológico de los personajes y la construcción de una línea de acción interna. Incorporó algunos de estos principios en sus interpretaciones, aunque sin alejarse de su repertorio clásico. Su última producción, Mu Guiying guashuai (Mu Guiying Toma el Mando -1959), incorporó elementos del enfoque de Stanislavsky al explorar el desarrollo psicológico del personaje y utilizando movimientos de danza pantomímica para justificar las transiciones emocionales.

A lo largo de su carrera, Mei Lanfang se destacó por su capacidad para equilibrar la preservación del teatro tradicional con la incorporación de innovaciones que lo mantuvieran relevante en un mundo cambiante. Aunque adoptó elementos del realismo occidental y exploró el sistema de Stanislavsky, su arte se mantuvo enraizado en las tradiciones chinas. Esta capacidad de adaptación le permitió seguir siendo una figura clave en la cultura china y un puente entre las tradiciones orientales y las influencias occidentales.

Internacionalmente, Mei fue un embajador del teatro musical chino. Sus giras por Japón, Corea del Norte, Estados Unidos y la Unión Soviética le permitieron consolidarse como una figura cultural global, reconocido por artistas y críticos occidentales como un modelo de teatro antirrealista. Sin embargo, su estilo nunca dejó de estar firmemente basado en la Ópera de Beijing, y su éxito internacional fue más una descontextualización de su arte para adaptarse a la crítica occidental que una pérdida de su identidad cultural. Mei representó la posibilidad de un teatro chino que podía ser entendido y apreciado en el mundo entero sin renunciar a sus raíces.


El impacto de Mei Lanfang va más allá del teatro. Su vida y obra siguen siendo un referente cultural en China, con instituciones como el Gran Teatro Mei Lanfang (inaugurado en 2007) y el Museo Conmemorativo Mei Lanfang (1986) que celebran su legado. Además, su historia ha sido retratada en numerosas producciones cinematográficas y televisivas, consolidando su estatus como un ícono cultural.

Su legado perdura a través de la “Escuela Mei”, que formó a nuevos actores en la tradición de la Ópera de Beijing, y su familia, que continuó su trabajo. A lo largo del siglo XX, Mei fue celebrado no solo como un actor excepcional, sino también como un símbolo de la adaptabilidad cultural, el respeto por la tradición y la capacidad de innovar sin perder la esencia de su arte. Su influencia sigue viva en el teatro chino contemporáneo, y su figura permanece como un modelo de resistencia cultural, tanto durante la ocupación japonesa como en la era de la Revolución Cultural, cuando su arte fue moldeado por las circunstancias políticas de su tiempo.


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